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sábado, 20 de octubre de 2012

Simone Bittencourt de Oliveira - Procuro Olvidarte (1992)


ELEGÍA


                                         ELEGÍA
         

                                (El silencio de otra soledad)

                                A Juan Cano Pastor ( 1911-1998)


Poeta en el frío silencio

invernal, sentado junto a la hoguera.

En el patio caluroso tras la siesta,

sombreado con naranjos, almendros,

aromas a hierbabuena.

Poeta que en antaño me contaba

siendo niña inquieta;

el color de los campos, los trigales,

linos, la siega.

Poeta labriego.

Poeta que me contaba  historias

en la adolescencia: espesas sus manos,

pelo blanco y escaso bajo su boina negra.

Palabras hiladas como el croché,

junto a la abuela,

palabras tantas veces escuchadas

tan repetidas, tan anheladas.

La memoria y el corazón lastimados

por el dolor, la soledad y el hambre,

el miedo que sienten los hombres

en una guerra.

Poeta a quien busqué más tarde,

esperantes mis nervios

de sus palabras viejas.

Poeta cansado de vivir,

ciego: ni escribe ni lee mi poeta.

- ya me llevan pa la tierra -....

 ¿dónde guardaré

 sus versos?

En el eterno invierno de mi silencio.

En el misterioso duelo del aire.

En la terrible luz de la primavera.

En el húmedo olor de la casa abandonada.

Jamás regresé a ella.

En el forjado banco de la plaza.

En las mesas del club: cartas, tabaco,

café negro.

En la vagamente recordada noria

oxidada de la huerta.

En el viejo baúl de sus trajes.

En el usado marrón de la silla de enea.

En el solapado pálpito de su último abrazo.

En el débil apretón de sus manos.

En el ansiado arrullo de su cuerpo.

En la nublada lágrima negra.

Le recuerdo.

Rendido mi corazón

de palabras ahogadas

me llegan sus lentos pasos,

su manera de hablar tan calmada.

Tendido mi corazón

de palabras ahogadas

regresan a mí sus versos.

Descansado ya,

el primero de Noviembre.

Después: bajo la fría lápida.

Desde la helada tierra.

Desde el solemne silencio.

Desde el oscuro lecho postrero.

Regresan a mí sus versos.

Y mi alma pálida te aclama, Abuelo.


Carmen Cano Durán   © ®